miércoles, 28 de marzo de 2012

Resumen de "El día que envenenaron a Chiquinquirá" por Daniel Samper Pizano

Chiquinquirá, Colombia. Foto por: Carmen Helena Gómez  

La narración transcurre el día sábado 25 de noviembre de 1967. Chiquinquirá, un pueblo de unos 28 mil habitantes, es objeto de peregrinajes (porque se dice que la Virgen se apareció en la choza de una anciana, en donde posteriormente se edificaría una basílica) y famoso por sus diez fábricas de instrumentos musicales. Antes de las ocho se produjo un suceso que dictó que algo anormal sucedía: uno de los colegiales que se dirigía a la ceremonia se desplomó en la calle. 

Tres médicos y cinco enfermeras empezaron a hacerle frente a la emergencia: personas llegaban intoxicadas y había que hacerlas vomitar. Muchas llegaban sin conocimiento y fue cuando empezó a correr el rumor de que el agua estaba envenenada. Cuando alguien en el hospital, en donde se apiñaban varios en una sola cama, le dio un pedazo de pan a un pollo y lo vio morir al instante, surgió el rumor de que era el pan de la panadería Nutibara el que estaba envenenado. El dueño, Aurelio Fajardo, corrió con la noticia por todo el pueblo. Sus empleados, Juan Rangel (que comió 5 panes) y Joaquín Merchán (que comió 2), se dirigían poco después al hospital donde el segundo moriría. José Antonio Vargas, médico que ocupaba Secretaría de Salud de Boyacá, identificó que la harina había sido contaminada con folidol. 

Luis Alberto Rodríguez había perdido uno de 24 frascos del veneno que había mandado a traer de Bogotá para vender en su tienda Mi Granja. Se había roto por un mal transporte por parte de Transportes Mentoca y había impregnado los bultos de harina que venían debajo. Hacia las diez de la mañana el hospital ya no daba abasto y la gente empezaba a morir. Periodistas desde Bogotá llegaban a cubrir la noticia. Carlos Caicedo, fotógrafo de "El Tiempo", tomaba la foto que recorrería el mundo de un niño de 11 años que recibía una transfusión de suero.

Muchas familias sufrieron pérdidas: 65 fueron los muertos. Jesús Moreno tuvo que recibir ese día y el siguiente apoyo de tres obreros más y de soldados para enterrar a todos los fallecidos. El inspector y su agente, Benjamín Castro, iniciaban la investigación. El chofer del camión y el dueño de la panadería se encontraban ya detenidos. 

Cinco años después de la tragedia muchas cosas han cambiado: Aurelio Fajardo se trasladó a Bogotá y en donde era su casa ya no se vende pan; un edificio moderno ocupa ahora el lugar del hospital del pueblo; Mi Granja se trasladó y sigue vendiendo folidol; Transportes Mentonca desapareció y el chofer ahora tiene un negocio de maderas en Bogotá y maneja un buldózer; el fiscal de la Procuraduría, Carlos H. Mateus, nunca pudo probar que a los enfermos se les hubiera inyectado la sustancia contraindicada "bal" a los intoxicados; el médico que primero identificó la sustancia y que fue acusado por el toxicólogo Jaime Posada Valencia de haber usado "bal" trabaja ahora en el nuevo hospital; Luis Tirso sigue amaestrando animales. Los intoxicados se han debilitado por asma, pérdida del conocimiento y mareos; el proceso penal también, siendo los acusados liberados tras diez días de lo ocurrido y siendo el caso trasladado de Tunja a Chiquinquirá nuevamente. 

El pueblo ha tenido que olvidarse de la tragedia en la que murieron 61 niños, cuatro adultos y 165 personas estuvieron hospitalizadas; así como de la época de la Violencia y los sismos que afectaron la tranquilidad de los pobladores. El pueblo va cambiando físicamente a medida en que pasan los años. El Ministerio dictaminó que se deberían vender por separado los frascos de folidol, envasados en plástico y se tendría que proporcionar el antídoto equivalente a lo vendido; ninguna de estas medidas ha sido implementada.       

Santiago Galeano H. 

3 comentarios: